El 11 de noviembre es el día que media Europa celebra el final de la Gran Guerra, el día del Armisticio, que para algunos países, como Polonia, la República Checa, Eslovaquia, o las Repúblicas Bálticas, es también el día de la independencia nacional. Para comprender Europa hay que comprender la Gran Guerra, y su legado en la memoria.
España no era nadie en el siglo XIX ni a principios del XX, y quizá gracias a eso fue neutral en la I Guerra Mundial. Sin embargo, hubo un personaje que hizo valer la neutralidad de España para algo más que ver los toros desde la barrera. Ese alguien fue el Marqués de Villalobar, Rodrigo de Saavedra y Vinent (1864-1926), diplomático y a la sazón Ministro Plenipotenciario y posteriormente Embajador de España en Bélgica y uno de los españoles que más feliz recuerdo ha dejado jamás entre los belgas y los no belgas.
El Marqués de Villalobar era un tipo que, al parecer, los tenía bien puestos. Dos notas: La primera, que tenía un altísimo concepto del Derecho Internacional y de España; la segunda, que padecía una enfermedad congénita que le impedía en sus movimientos y que le aquejaba de graves dolores, aunque al parecer nadie le oyó nunca una queja.
Cuando estalló la Guerra, en 1914, los alemanes invadieron Bélgica, que era neutral, pero a Alemania le dio igual y los ejércitos del Kaiser ocuparon casi en toda la extensión del país hasta Ijper-Ypres y el río Ijser-Ysère, donde el Rey Alberto I pudo atrincherarse con su gente. El Embajador de España, como el de Estados Unidos, Brand Whitlock (que tiene un bulevar en la capital) no se movió de Bruselas, y negoció con los alemanes a instancias del Burgomaestre de la capital, Adolphe Max (¿os suena? también tiene un bulevar) que las tropas alemanas no la destruyeran. Los alemanes cruzaron Bruselas y cumplieron su palabra.
El Marqués de Villalobar negoció con unos y otros durante toda la guerra: Consiguió el respeto de los aliados a Amberes, ocupada por los alemanes; obtuvo salvoconductos de la flota de submarinos alemana para que los buques con ayuda humanitaria pudieran cruzar el Canal de la Mancha sin ser atacados; negoció por la suerte de infinidad de prisioneros de guerra; organizó un mecanismo enorme de ayuda humanitaria, quizá el más vasto y el más innovador hasta el momento, destinada a la población belga que consideraba al Rey Alfonso XIII como un héroe benefactor. Cuando los EEUU entraron en guerra, en 1917, entonces se quedó solo en Bruselas, cabezota como él solo y sabedor de que era el único representante de lo que hoy se llama Derecho Internacional Humanitario, a falta de ONU o Sociedad de Naciones. Cuando viraron las tornas en la guerra, Villalobar negoció con los aliados el respeto a las columnas alemanas en su retirada. Le respetaron unos y otros durante la contienda. Después de la guerra siguió siendo amigo de los belgas y cedería a Bruselas unos terrenos de su propiedad para disfrute público como parque.
Uno de los episodios más sonados de su carrera fue la noche en que los alemanes decidieron fusilar a la enfermera británica Edith Cavell (que tiene un hospital con su nombre en Bruselas) acusada de devolver soldados al enemigo, después de atenderlos como heridos en combate. El Embajador Villalobar se personó a altas horas de la noche en el cuartel alemán y exigió a grandes voces que se indultara a la enfermera. Era inaudito que se ejecutase una sentencia así de la noche a la mañana, sin dar siquiera tiempo material a la petición de indulto. Los mandos alemanes respondieron que era al Gobernador Militar alemán a quien le correspondía otorgar la gracia del indulto, y que ya eran más de las once de la noche. Despertaron al General, y el general dijo que la decisión estaba tomada y que no había indulto. El Embajador norteamericano Brand Whitlock cuenta en sus crónicas cómo Villalobar montó en cólera, agarró de la pechera al Barón von der Lancken y a gritos lo llevó a una habitación aparte, y aún así se oía bramar que era una decisión estúpida y que los alemanes iban a tener otra Lovaina. El alemán salió colorado del cuarto. Luego se quejaría de que esta acción de los diplomáticos era contra la neutralidad debida en la guerra y bla bla bla, pero Cavell fue fusilada y el acto pasó a la historia como una de las ignominias de la guerra, similar la quema de la biblioteca de la Universidad de Lovaina. La casta de Villalobar también entró en la Historia.
Como he dicho, Edith Cavell tiene un hospital, por lo menos. Brand Whitlock tiene un bulevar. De Villalobar sólo se acordaron los belgas, rindiéndole honores a su muerte. Tiene Villalobar una avenida, que más bien es una calle ancha, en una de las zonas más pijas de Bruselas, junto a la Avenida de Tervuren y detrás del Palacio de Val Duchesse. Cogí el coche una mañana para darle recuerdos, y me lo encontré en forma de busto que apenas sobresalía de la maleza, rodeado por una verja y con una placa conmemorativa de un "garden party" que había organizado. Junto a mi trabajo, enfrente de la Comisión Europea, existe una placa que sorprende a los visitantes españoles y que recuerda su labor por la población civil belga durante la pesadilla de 1914-1918.
No me gusta usar esta frase, por el abuso que se ha hecho de ella en el pasado, pero pienso que el Marqués de Villalobar es uno de los españoles que han dado Gloria a su Patria. Gloria con mayúsculas, poniendo sentido común y alivio a las víctimas en medio de la mayor barbarie del siglo pasado. Y a su Patria, con mayúsculas, porque asumió su papel siempre poniendo por delante el nombre y de España.
Los españoles, comme d'habitude, no nos acordamos de él. Apenas un artículo del corresponsal de ABC y alguna que otra entrada en blogs perdidos como este. ¿Por qué no nos juntamos un día unos cuantos españoles y le ponemos aunque sea un ramo de flores?
Don Rodrigo, donde esté, 90 años después del final de su guerra, gracias por todo.
España no era nadie en el siglo XIX ni a principios del XX, y quizá gracias a eso fue neutral en la I Guerra Mundial. Sin embargo, hubo un personaje que hizo valer la neutralidad de España para algo más que ver los toros desde la barrera. Ese alguien fue el Marqués de Villalobar, Rodrigo de Saavedra y Vinent (1864-1926), diplomático y a la sazón Ministro Plenipotenciario y posteriormente Embajador de España en Bélgica y uno de los españoles que más feliz recuerdo ha dejado jamás entre los belgas y los no belgas.
El Marqués de Villalobar era un tipo que, al parecer, los tenía bien puestos. Dos notas: La primera, que tenía un altísimo concepto del Derecho Internacional y de España; la segunda, que padecía una enfermedad congénita que le impedía en sus movimientos y que le aquejaba de graves dolores, aunque al parecer nadie le oyó nunca una queja.
Cuando estalló la Guerra, en 1914, los alemanes invadieron Bélgica, que era neutral, pero a Alemania le dio igual y los ejércitos del Kaiser ocuparon casi en toda la extensión del país hasta Ijper-Ypres y el río Ijser-Ysère, donde el Rey Alberto I pudo atrincherarse con su gente. El Embajador de España, como el de Estados Unidos, Brand Whitlock (que tiene un bulevar en la capital) no se movió de Bruselas, y negoció con los alemanes a instancias del Burgomaestre de la capital, Adolphe Max (¿os suena? también tiene un bulevar) que las tropas alemanas no la destruyeran. Los alemanes cruzaron Bruselas y cumplieron su palabra.
El Marqués de Villalobar negoció con unos y otros durante toda la guerra: Consiguió el respeto de los aliados a Amberes, ocupada por los alemanes; obtuvo salvoconductos de la flota de submarinos alemana para que los buques con ayuda humanitaria pudieran cruzar el Canal de la Mancha sin ser atacados; negoció por la suerte de infinidad de prisioneros de guerra; organizó un mecanismo enorme de ayuda humanitaria, quizá el más vasto y el más innovador hasta el momento, destinada a la población belga que consideraba al Rey Alfonso XIII como un héroe benefactor. Cuando los EEUU entraron en guerra, en 1917, entonces se quedó solo en Bruselas, cabezota como él solo y sabedor de que era el único representante de lo que hoy se llama Derecho Internacional Humanitario, a falta de ONU o Sociedad de Naciones. Cuando viraron las tornas en la guerra, Villalobar negoció con los aliados el respeto a las columnas alemanas en su retirada. Le respetaron unos y otros durante la contienda. Después de la guerra siguió siendo amigo de los belgas y cedería a Bruselas unos terrenos de su propiedad para disfrute público como parque.
Uno de los episodios más sonados de su carrera fue la noche en que los alemanes decidieron fusilar a la enfermera británica Edith Cavell (que tiene un hospital con su nombre en Bruselas) acusada de devolver soldados al enemigo, después de atenderlos como heridos en combate. El Embajador Villalobar se personó a altas horas de la noche en el cuartel alemán y exigió a grandes voces que se indultara a la enfermera. Era inaudito que se ejecutase una sentencia así de la noche a la mañana, sin dar siquiera tiempo material a la petición de indulto. Los mandos alemanes respondieron que era al Gobernador Militar alemán a quien le correspondía otorgar la gracia del indulto, y que ya eran más de las once de la noche. Despertaron al General, y el general dijo que la decisión estaba tomada y que no había indulto. El Embajador norteamericano Brand Whitlock cuenta en sus crónicas cómo Villalobar montó en cólera, agarró de la pechera al Barón von der Lancken y a gritos lo llevó a una habitación aparte, y aún así se oía bramar que era una decisión estúpida y que los alemanes iban a tener otra Lovaina. El alemán salió colorado del cuarto. Luego se quejaría de que esta acción de los diplomáticos era contra la neutralidad debida en la guerra y bla bla bla, pero Cavell fue fusilada y el acto pasó a la historia como una de las ignominias de la guerra, similar la quema de la biblioteca de la Universidad de Lovaina. La casta de Villalobar también entró en la Historia.
Como he dicho, Edith Cavell tiene un hospital, por lo menos. Brand Whitlock tiene un bulevar. De Villalobar sólo se acordaron los belgas, rindiéndole honores a su muerte. Tiene Villalobar una avenida, que más bien es una calle ancha, en una de las zonas más pijas de Bruselas, junto a la Avenida de Tervuren y detrás del Palacio de Val Duchesse. Cogí el coche una mañana para darle recuerdos, y me lo encontré en forma de busto que apenas sobresalía de la maleza, rodeado por una verja y con una placa conmemorativa de un "garden party" que había organizado. Junto a mi trabajo, enfrente de la Comisión Europea, existe una placa que sorprende a los visitantes españoles y que recuerda su labor por la población civil belga durante la pesadilla de 1914-1918.
No me gusta usar esta frase, por el abuso que se ha hecho de ella en el pasado, pero pienso que el Marqués de Villalobar es uno de los españoles que han dado Gloria a su Patria. Gloria con mayúsculas, poniendo sentido común y alivio a las víctimas en medio de la mayor barbarie del siglo pasado. Y a su Patria, con mayúsculas, porque asumió su papel siempre poniendo por delante el nombre y de España.
Los españoles, comme d'habitude, no nos acordamos de él. Apenas un artículo del corresponsal de ABC y alguna que otra entrada en blogs perdidos como este. ¿Por qué no nos juntamos un día unos cuantos españoles y le ponemos aunque sea un ramo de flores?
Don Rodrigo, donde esté, 90 años después del final de su guerra, gracias por todo.
Vista de la Avenida del Marqués de Villalobar, en muy buena zona, pero un poco perdida. En el recodo a la derecha está la estatua del Marqués.
La avenida existe de verdad. Ahí está la placa.
¡Ay Embajador! ¡Qué solo está usted! Además un día de estos se le van a comer los matorrales. ¿Cuándo se van a acordar de usted sus compatriotas en Bélgica?
"En memoria de un 'garden party' que organizó en provecho de los huérfanos belgas y franceses en esta finca..." más no leo.
11 comentarios:
Apoyo la propuesta de CanalBruselas
Nos conviene recordar las cosas a los españoles, no solo las malas y escandalosas, sino los aciertos de nuestra historia, no solo de éxitos futbolisticos y de tenis vive el hombre,
Saludos desde alta mar
Eufrasquio
Me parece increíble la peripecia de este tipo, pero más increíble me parece ke no sepamos na de él en su país.
Ke vergüen.....
Como siempre en estos casos, un tipo se bate el cobre solo, contra viento y marea, y en España nos olvidamos.
Además, al final de la guerra, se le propuso como mediador en el armisticio, pero claro, para eso necesitaba el apoyo del gobierno español, que estaba a por uvas. Se acabó la guerra y se acabó el papel de España.
¡Estoy flipando! ¡Más de ciento cincuenta visitantes en un sólo día! Gracias a Iñaki, de www.historiasconhistoria.es
Además me lo han puesto como artículo de la semana en Hispagenda, www.hispagenda.com, que es la página donde está toda la información que puede interesar a los españoles en Bruselas. ¡Gracias Txema!
Lo importante es ver si hay repercusión y a ver si hacemos algo, un recuerdo o algo así.
Pues yo tampoco lo conocia.
Y es que en España, es como si las dos grandes guerras mundiales no hubieran existido; y por ende, sus heroes, y si este heroe era español pues ya ni te digo!
Un recuerdo por El Marqués de Villalobar.
Gracias por su artículo, yo tampoco conoci del Marqués de Villalobar, Rodrigo de Saavedra y Vinent.
Si es que en España, es como los dos grandes guerras mundiales no hubieran existido, pues, no hay que tener eso en contra de los penínsulares; mejor habría sido que nosotros, tampoco, no hubieron conocido nada del asunto. Pero no. Fue, muy especialmente la primera, una vergüenza, para los poderes de Europa, para el sistemo de tratados bilaterales con iniciacion militar casi automática.
Una vergüenza aún peor, esos juicios militares en contra de tantos jovenes de apenas 20 años de edad, fusilados por el mero hecho de haber tenido un miedo mortal en faz de las brutalidades de la guerra. Reventar en el lodo de Flandes...¡por Díos!
Cuando jovén, no tenía yo mucha reverencia para los veteranos de las guerras, con sus gorras anticuadadas, sus maneras de madera, las banderas, en las nieblas del camposanto.
Ya cambié de actitud.
Una cierta vergüenza...si.
Verdad es que no supe que ellos -los muertos - tenían, al igual que yo, una veinteina de años.
Pablo (Arroyo de las Estrellas, Bélgica)
Pablo, los españoles no son solo peninsulares. ¡Ojo! Hay canarios, baleares, ceutíes, melillenses y no cuento las islitas pequeñas.
Es cierto, Héctor y Pablo. En la memoria colectiva española no existe ninguna de las dos guerras mundiales, aunque nuestra Guerra Civil es un capítulo más de las guerras de Europa. No se puede entender la Guerra Civil sin el contexto europeo. La cuestión es que nos entre en la cabeza que la Unión Europea es una construcción hecha precisamente para que no nos matemos, y quizá en el subconsciente español tenemos claro también que la UE es un antídoto y una superación de los conflictos bélicos internos.
Lo peor es que la Gran Guerra fue estúpida, al final nadie se acordaba de por qué había empezado. Y encima se cerró en falso y provocó otra guerra más tarde. Al final, todos los cementerios son cementerios de los vencidos.
Que tal poner su nombre a alguna de las cientos de calles/plazas que llevan el nombre de la culona?
¿Quién es la culona? ¿Isabel II?
Interesante artículo, la verdad es que es una visión del conflicto que no conocía...
Y este señor, todo un personaje, dicho sea.
Parece que en España solo nos acordamos de los goles que marcaban Zarra o Butragueño, habiendo ilustres en el olvido, como es el caso, porque....
cuantos españoles habían oido hablar del protagonista?
PD: genial artículo Alfonso, vas superandote.
Gracias Timpazo, España tiene gente de la que merece la pena acordarse.
Entre que somos unos desmemoriados ya por vicio, y que la dictadura y otros tiranos nacionales han abusado tanto de la Historia, no nos acordamos de quien lo merece.
Cuenta conmigo para ramo o corona de flores. :)
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